Una ineficiencia X surge como resultado de que ciertos inputs no den lugar a la mayor cantidad de output correspondiente como consecuencia de cierto factor X. Esto se traduce en un fallo de minimización de costes y maximización de producción e implica una pérdida de eficiencia. Este término fue introducido por Harvey Leibenstein en su artículo “Allocative efficiency vs. X-efficiency” (Eficiencia distributiva vs eficiencia X) de 1966, ya que conceptos como ineficiencia organizativa o ineficiencia motivacional no estaban todavía disponibles. Por tanto, una ineficiencia X hace referencia a todas las ineficiencias no localizadas.
Existen cuatro razones que tratan de responder a estas ineficiencias:
- Un comportamiento que relaja la maximización: como postula la ley psicológica de Yerkes-Dodson, los individuos que están expuestos a baja presión no pondrán mucho esfuerzo en sus acciones. Según crece la presión, la situación cambia hasta alcanzar el punto en que demasiada presión resulta ineficiente.
- Contratos incompletos: los contratos de empleo definen la compensación económica de los trabajadores pero no otras preocupaciones como el esfuerzo, la carga de trabajo o tareas específicas que no están definidas, lo que crea un vacío en los contratos.
- Inercia: las fuerzas que son externas a la compañía pueden ejercer presión para hacer que la empresa sea más competitiva. Solo con estas fuerzas el esfuerzo aumentará.
- Prudencia: se asume que los trabajadores no mostrarán su pleno potencial y que al mismo tiempo, los empleadores no pagarán el máximo salario que pueden ofrecer.
Sin embargo, pruebas empíricas y otros modelos sobre la relevancia de las ineficiencias X tienen resultados mixtos por lo que no se puede llegar a ninguna conclusión. Sin embargo, es interesante poner atención al debate que ha creado, especialmente en relación a los contratos incompletos y la ineficiencia en la gestión, ambos también estudiados en el campo de la gestión empresarial.