La competencia monopolística es una estructura de mercado que se define por cuatro características principales: gran número de compradores y vendedores; información perfecta; bajas barreras de entrada y salida; bienes similares pero diferenciados. Esta última es la clave para distinguir la competencia monopolística de la competencia perfecta, ya que bajo competencia perfecta todos los productos son homogéneos. Esta diferenciación del producto lleva a los consumidores a percibir productos en este mercado como únicos, lo que otorga a las empresas un poder pseudo monopolista, que les permite tener el poder de fijar precios. Hay una distinción que debe hacerse entre productos diferenciados horizontal y verticalmente con el fin de ser capaces de entender las diferentes estrategias que las empresas monopolísticas pueden adoptar. La diferenciación horizontal se da cuando los consumidores basan su decisión de compra en las preferencias subjetivas al comparar los productos, por ejemplo, colores o sabores. La diferenciación vertical ocurre cuando un producto puede ser evaluado frente a los otros en términos de factores cuantitativos y cualitativos, por ejemplo, las diferencias tecnológicas o las propiedades técnicas de los motores.
El grado en que cada empresa puede aprovechar su condición de monopolio depende de la flexibilidad de su curva de demanda. Si es demasiado rígida (más pronunciada), para que el monopolista logre un precio más alto, sólo tiene que reducir parte de su producción. Sin embargo, cuanto más flexible (más plana) sea la curva de demanda, menor poder de mercado tendrá la empresa. Naturalmente, cada monopolio en un mercado imperfecto intenta ampliar el tamaño del mercado en el que domina su producto. Para ello tiene que competir con otros monopolistas, lo que les conduce a tener una serie de costes distintos de la producción (fabricación y costes de transporte), que se definen como gastos de venta. Estos gastos se incurren con el objetivo de modificar la curva de demanda para que las cantidades demandadas de productos aumenten para cada nivel de precios.
Si una empresa no consigue diferenciar su producto, el mercado podría ser compartido con otras empresas, convirtiéndose en un duopolio, oligopolio, o incluso, si se cumplen otras condiciones, un mercado perfectamente competitivo.
Dentro del campo y la investigación actual de la competencia monopolística, el modelo más destacado es el ideado por Edward H. Chamberlin (el modelo de Chamberlin), que desarrolló a partir de los modelos de monopolio. Aunque hay otros modelos y teorías, la mayoría han seguido el modelo de Chamberlin, siendo éste el más ampliamente utilizado y reconocido en economía.