El objetivo de las políticas económicas de oferta es aumentar la cantidad ofertada y por tanto el potencial productivo que una economía posee. Este tipo de políticas mueve hacia la derecha la curva de oferta agregada a largo plazo y hacia el exterior la frontera de posibilidades de producción. Pueden ser divididas en políticas que actúan sobre la función de producción y aquellas que actúan sobre los costes laborales.
Las primeras están dirigidas a aumentar los niveles de producción siendo un ejemplo las políticas que incluyen incentivos al progreso tecnológico y el aumento de stock de capital. Por otro lado, las últimas se dirigen directamente a disminuir los costes laborales y de este modo más trabajadores pueden ser contratados. Ejemplos de estas políticas son la reducción de la contribución a la seguridad social, el aumento de subsidios empresariales, la reducción de impuestos indirectos, etc.
Las políticas de oferta han sido defendidas por numerosos economistas incluyendo el premio Nobel Robert Mundell. Ha habido numerosos estudios concernientes a su efectividad, y aunque es cierto que tienen efecto a largo plazo, son las únicas que pueden llevar a un crecimiento económico prolongado. Por otro lado, las corrientes monetarista y keynesiana han sido cuestionadas ya que tanto la política monetaria como la fiscal son únicamente usadas en el corto plazo, siendo inútiles e incluso perjudiciales para la economía en el largo plazo. De hecho, las últimas dos grandes doctrinas, la nueva macroeconomía clásica y la nueva economía keynesiana han demostrado la ineficiencia de las políticas monetarias y fiscales, dejando las políticas de oferta como las únicas verdaderamente eficaces para la economía.