Las economías de aprendizaje se derivan de los conocimientos acumulados a través de la experiencia. La principal diferencia entre este concepto y las economías de escala o economías de alcance es el hecho de que no se correlaciona con los niveles de producción de la misma manera: no dependen de una mayor cantidad producida ni de una cartera más amplia, sino de un trabajador convirtiéndose en un verdadero especialista en un cierto campo, mediante la producción de una mayor cantidad acumulada del mismo producto. Sin embargo, esto difiere de las economías de escala debido a que las economías de aprendizaje no se detienen en un determinado nivel, sino que mejoran constantemente la eficiencia.
Un ejemplo claro que a menudo se cita es el liderazgo de Japón desde la década de 1980 en los bienes intensivos en tecnología, como televisores y equipos de audio. El conocimiento o saber hacer de las economías de aprendizaje suele propagarse en una empresa gracias a sus empleados, lo que lleva a grupos de empresas abundantes en conocimiento, a menudo situadas en un área relativamente pequeña.
Hay muchas maneras en las que este aprendizaje ayuda a reducir los costes: al aumentar la eficiencia y reducir ciertas ineficiencias en la producción; por el I+D y las sinergias en la producción; mediante una mejor gestión que ayuda a coordinar y equilibrar las diferentes funciones y acelerando el proceso productivo. Cuando el aprendizaje se refleja sólo en la productividad del trabajo, se analiza con una curva de aprendizaje. Cuando el aprendizaje se aplica a toda la empresa, a todos sus procesos, se analiza con una curva de experiencia.
El concepto de economías de aprendizaje se está transformando en «Economía del aprendizaje”, en el que la eficiencia y el crecimiento es impulsado por la formación y la especialización de trabajadores, que resulta en bienes y servicios rentables, de alto valor añadido.