Al definir las relaciones comerciales que un país establece con respecto al resto del mundo, debemos analizar su grado de apertura. Una economía cerrada es una economía que no interactúa con otras economías, que no establece ningún tipo intercambio. Hoy en día, las economías cerradas son una excepción, pues la mayoría de los países presentan una economía abierta. Sin embargo, existen diferentes grados de apertura dependiendo de las restricciones que un país impone sobre el libre comercio. Una medida básica del grado de apertura de una economía es el porcentaje que la suma de exportaciones e importaciones representa sobre el total del PIB:
No obstante, hay dos modos en los que una economía abierta puede interactuar con el resto del mundo. Por un lado, comprando y vendiendo bienes y servicios en el mercado de productos; y por otro, vendiendo y comprando activos en los mercados financieros internacionales. Esta ecuación simplemente considera el primer tipo de intercambio, pero puede ser usada como referencia.
La razón por la que las economías deciden abrir sus fronteras al comercio reside en el hecho de que obtienen claros beneficios. El comercio internacional permite a los países especializarse en la producción de aquellos bienes que producen mejor y consumir una amplia variedad de productos. Estos beneficios pueden ayudar a incrementar el nivel de bienestar de la gente, ya que producen bienes en los que poseen ventaja comparativa. Esta es una de las razones por las que Ronald McKinnon, en su artículo “Optimum Currency Areas” (Áreas monetarias óptimas), de 1963, la consideraba una de las condiciones para tener un área monetaria óptima.