Esta escuela de pensamiento, que apareció alrededor de 1870 en lo que es conocido como revolución marginal, puede ser considerada un desarrollo de la escuela clásica. Apoyando el concepto de marginalismo, y siendo más científicos que sus predecesores, la escuela neoclásica dejó a un lado los asuntos clásicos como la distribución de la riqueza y la teoría del valor para estudiar profundamente los mecanismos que permiten la distribución de los recursos escasos en los diferentes mercados. Esto es, entendiendo cómo los agentes, como los consumidores y los productores, tratan de maximizar sus funciones objetivo, utilidad y producción, considerando algunas restricciones como de presupuesto o recursos. De hecho, fue la escuela neoclásica la que inició el estudio de la optimización de problemas incluyendo la maximización de la utilidad y, su problema dual, la minimización del coste.
Aunque los límites de esta escuela son bastante difusos, un número común de características pueden ser encontradas en sus trabajos. Apoyan el individualismo metodológico y hacen un gran uso de las matemáticas para apoyar sus conclusiones. Realizaron análisis estudiando las relaciones entre oferta y demanda en lugar de estudiarlas de manera separada. Hacen un gran uso de la cláusula latina ceteris paribus además del término homo economicus. De hecho, fue en el trabajo de los neoclásicos donde se estableció la distinción entre economía positiva y economía normativa.
Como la escuela neoclásica incluye muchas doctrinas y escuelas de renombre, hay que hacer al menos una mención de las siguientes escuelas. La escuela Austríaca tuvo uno de los economistas marginales más importantes, Carl Menger, además de célebres economistas como Eugen von Böhm Bawerk, Ludwig H.E. von Mises y Friedrich A. von Hayek. La escuela de Lausana incluía economistas como Léon Walras y Vilfredo Pareto. Por último, a la escuela de Cambridge pertenecía Alfred Marshall, considerado el padre de la economía moderna, además de Arthur C. Pigou y Francis Ysidro Edgeworth.